El registro más
antiguo de la Fiesta de la Presentación del Señor (2 de febrero), lo encontramos en el diario de viaje de la religiosa Egeria, que escribió con
motivo de su peregrinación a Tierra Santa durante los años 381-384. Ella
informa que en Jerusalén tenía lugar una solemne liturgia con el obispo, con una
procesión que se dirigía a la Iglesia de la Resurrección, cuarenta días después
de la Epifanía (en Jerusalén se trataba de la fiesta de la natividad de Cristo),
conmemorando la presentación de Jesús en el templo.
Desde Jerusalen,
la fiesta se extendió a todo el oriente desde finales del siglo V y principios
del VI. En Constantinopla fue probablemente introducida alrededor de los años 534/542
años por el emperador Justiniano I (565).
Se habla de una
procesión con velas sólo a mediados del siglo V, tal vez con San Cirilo de
Alejandría (444), que exhortaba a los fieles en un sermón: "Festejemos el
misterio de este día de forma luminosa con nuestras brillantes luces”.
Del mismo modo
se dice en un sermón contemporáneo de Jerusalén: "Brillamos, por lo que nuestras
luces brillarán. Como hijos de la luz , portamos las velas de la luz verdadera,
que es Cristo. "
Desde Roma, la
fiesta llegó al territorio francés en el siglo VIII y IX, donde la fiesta
original de Cristo se desarrolló con más fuerza en torno a una fiesta de María,
la "Fiesta de la Purificación de María".
La bendición de
las velas se concreta sólo en el siglo X en Roma. A estas velas benditas se
les atribuía mayor eficacia contra las fuerzas del mal y se esperaba de ellas
ayuda en todas las solicitudes de necesidad (por ejemplo durante las tormentas,
las epidemias, la hora de la muerte).
Debido a que la
bendición de las velas para el uso litúrgico y privado era motivo de la
celebración de la luz, la fiesta del 2 de febrero en los países germánicos
desde el siglo X recibió el nombre de "Mariä
Lichtmess" (Candelaria), que fue tomada más tarde por otros idiomas
("Candlemas", "Candelore", "Chandeleur").
El tema de la
luz tiene su punto de apoyo en el evangelio de la fiesta, porque Simeón
proclama llevando al Niño Jesús en sus brazos: "Luz de revelación a los
gentiles, y gloria para el pueblo de Israel " (Lc 2:32)
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